El duelo, un tiempo doloroso y desgarrador, que no ha hecho más que empezar.

A menudo me encuentro pensando en algo que quiero compartir con él, como un éxito profesional, que mis hijos están haciendo su vida, o que estoy preparando una comida deliciosa como tantos domingos hacíamos juntos; y en estos instantes me doy cuenta que mi dolor no desaparecerá pronto, que he de cambiar para aceptar su NO PRESENCIA FÍSICA y convertir mis recuerdos en anécdotas risueñas y de agradecimiento por todo lo que me ha dejado con su paso por mi vida.

Sí, empezó mi verano con el fallecimiento de mi padre y está siendo el primer verano en el que estoy totalmente presente a cómo se desenvuelve lo que me rodea. Mi primer verano sin él es triste y revelador en mis emociones y sentimientos. Siento que es una oportunidad para tomar aquellas decisiones que todavía no les había puesto fecha; es el momento de hacer otro cambio en mi vida.

Es mi momento de silencio y búsqueda a preguntas no resueltas, a sentir y vivir desde otro paradigma.


La pérdida es una parte natural de la vida, pero aún así nos embarga el golpe y la confusión. Nos da la visión de nuestra capacidad de RESILIENCIA.


A algunas personas les gusta decir que hay “etapas dentro del proceso del duelo” por la perdida de un ser querido. Y eso implica que hay un final para el dolor, lo cual no estoy de acuerdo. ¡No funciona así!

Me he dado cuenta que la muerte de mi querido padre, la de mi madre hace treinta y cinco años y la de algunas amigas muy cercanas me han convertido en una mujer más atrevida y menos preocupada por las convicciones sociales, me han convertido en una experta en acompañar a los que tienen que partir y facilitadora de las emociones de los que se quedan.

Somos huérfanos en ese club de las personas que han perdido a sus padres y nuestra obligación en el paso por esta vida es seguir adelante, cuidando silenciosamente de nuestras vidas y lidiando con el dolor, agradecidos por lo que hemos vivido y aprendiendo a aceptar la muerte como lo único que es verdaderamente real y seguro en esta vida.

No pasa un día en el que no siga de luto por mi orfandad y eso me lleva a sentir que mi dolor no desaparecerá pronto, que cambiará la intensidad porque mi cerebro se ocupará de suavizar y proporcionarme recursos para poder seguir con la alegría de haber tenido ese gran regalo de padre amoroso, libre, alegre y maestro.

Me gusta en lo que me he convertido desde su fallecimiento, las reflexiones junto a él los últimos 6 meses, el cariño de los amigos y familia que me acompañan, la intensidad de la presencia de su corazón, porque sobretodo ahora hace que sea más empática, amable y despierta ante esa energía de cuidado y amor que aprendí gracias a él.

Ya no volveré a preguntar a mis amigos, ni a nadie que se encuentra en una situación de duelo y pérdida «cómo le va» después de enterarme de su pérdida. Simplemente guardaré silencio, le abrazaré y conectaré con su dolor que es el mío, simplemente estaré en disposición a lo que se enfrenta y lo que necesita. Esas cosas pequeñas, sencillas como recogerle a su hijo del colegio o ayudarle a sacar las cosas que dejó su ser querido en la casa.


El dolor me ha enseñado que las palabras no siempre ayudan, y las acciones sí: Las personas necesitamos presencia no argumentos.


La sociedad no ayuda, ni nos da tiempo, ni acompañamiento en esta vivencia, aún es tabú; si me caso, me dan 15 días para que los disfrute, pero si fallece un ser querido sólo me dan tres días de permiso!…

Déjame de decirme que lo superaré, deja de decirme que el tiempo lo cura todo. Ese tiempo del que estamos acostumbrados a que resuelva nuestros problemas, lo que hará es hacerte consciente, tomar medidas y ponerte en acción para prepararte a ser un ser mas amable y dar tu mejor versión, si lo que quieres es empezar a estar presente.

La ausencia de nuestros padres nos adentra en la senda del duelo, en un camino con corazón que no se resuelve cuando dejamos de recordar, sino cuando, a pesar del dolor que nos puedan suscitar los recuerdos, estos se convierten en fuente de gratitud y amor.

El duelo cumple una función de reconocimiento a ese ser tan importante se ha marchado y al mismo tiempo genera un acto íntimo, de reconocimiento y amor a la persona que se ha marchado.

¿Qué nos puede ayudar a vivir con inteligencia emocional esa ausencia?

 

1.- Tu biología y la perspectiva son puntos clave para observarte.

Tu cerebro necesita ajustarse a la nueva situación y ya sabes que él busca tu seguridad por lo que el cambio provoca miedo e incertidumbre. Dale espacio a tu biología, llora porque es normal y date permiso para sentirte mal. No te aferres a una perspectiva que no te haga avanzar.

Acepta sin oponerte a sentir lo que sientes.

Esa situación de resistencia y apego debe llevarte a “Darte cuenta” que no puedes vivir en el pasado.

2.- Empieza a practicar la gratitud.

Gracias porque pude estar con esa persona, gracias porque me enseñó, gracias…

Cuando empiezas a estar agradecido, también dejas de estar decepcionado.

3.- Practica el desapego

El que gestiones tus emociones no depende de lo que suceda o no suceda, te pondrá en un estado de flujo y gratitud .

El temor está basado en el apego y eso no nos hace libres.

Eres parte de un proceso de miles de millones de años que ha existido en nuestro universo y date cuenta de que lo que te pasa es poco significativo para la evolución.

Lo importante es tu aprendizaje, tu experiencia, tu gestión ante la adversidad, tu crecimiento y resolución de la dificultad

4.- En las fechas especiales como cumpleaños, navidades es cuando llegan nuevos tirones de dolor y pueden desmoralizarte. Conviene tenerlas en cuenta para adelantarse y prepararse para esos momentos. Haz algo especial, por ejemplo visita un sitio que frecuentabas con ese ser que marchó y ofrécele una meditación desde el amor y la calma.

5.- Busca habilidades en ti que puede ser desde la toma de una decisión, cambiar una bombilla, apuntarte a un curso que no hayas hecho nunca, concretar un problema generando una alternativa, evaluar resultados de un asunto pendiente. Es necesario hablar de ello y del significado que tiene para ti

6.-Habla y narra cómo fue el hecho. Relata de forma pormenorizada qué paso, como lo viviste. Esto lava, abre la válvula de la emoción y además libera y ordena la estructura del pensamiento.

7.- Consciente que el olvido es imposible, puedes crear nuevos vínculos. Quizás como me pasó a mi, aparecieron unos primos que no había conocido nunca y ahora nos llamamos y nos vemos.

8.- Realiza ejercicio físico con unas pautas determinadas. Conseguirás además por el efecto dominó cambios en otros hábitos de tu vida.

9.- Cuídate a ti y a tu familia. Es el momento de comer bien y descansar, todo ello te fortalecerá para seguir viviendo en la vida plena que quieres conseguir.

A mi padre querido que la muerte le pillo viviendo intensamente, gracias, gracias, gracias.

Si te ha sido útil comparte y deja un comentario.